martes, 16 de septiembre de 2008

Relación entre anarquismo y violencia

Periodico EN LA CALLE, organo de difusión del anarquismo organizado (Argentina)
La relación entre anarquismo y la violencia ha sido objeto, sea por ignorancia o por malicia, de malos entendidos y difamaciones. Intentemos abordar la cuestión despejando las confusiones y procurando distinguir los medios y formas que ha tomado y toma la acción violenta libertaria y popular.
El primer nudo a desatar es el que pretende que los anarquistas anhelamos una vida social signada por la violencia. Claramente los libertarios hemos señalado que nuestra finalidad es erradicar la violencia de las relaciones sociales al tiempo que reivindicamos el ejercicio de la violencia en nuestra lucha por la libertad. Ante el aparente discurso contradictorio señalamos la inevitabilidad de la resolución violenta de nuestro enfrentamiento con los sistemas de dominación. Para entender la cuestión es necesario diferenciar entre una violencia y otra, entre el recurso para perpetuar un estado de cosas inaceptable para la dignidad humana y el acto liberador herramienta de los oprimidos.
El orden sistémico en última instancia, se sostiene por la violencia, explícita o latente. Una vez que su andamiaje ideológico se revela ineficaz, su carta final la juega su aparato de represión y encierro. Y no solamente es utilizada en casos en que la totalidad del régimen peligra. Sistemática y selectivamente aplicada es un eficaz disciplinador social, vigilando y castigando conductas, de tal modo que el ejemplo disuasor juegue su rol. Y no sólo. La incapacidad de un determinado gobierno de dar respuesta ante demandas populares que en otra coyuntura no hubieran significado mayor conflicto, o cuando su debilidad política y su incapacidad de lograr concenso de los de abajo lo arrinconan, se desata la represión. Es claro que el estado, en diferentes momentos de la lucha social hace uso de la violencia como modo de resolución de conflictos que inevitablemente genera la imposibilidad que tiene de dominar totalmente.
Dado así el juego, a los pueblos en su lucha y a los anarquistas en tanto expresión y opción revolucionaria de su seno, nos está planteada la cuestión de continuar nuestra resistencia defendiéndonos activamente de la violencia de arriba o dejarnos caer en manos de los asesinos. No aceptamos el llamado a la no violencia del recurso pacifista. Por un lado porque al establecer la disyuntiva violencia/no violencia deja de lado la situación concreta en que la violencia entra en juego, igualando la criminal violencia de arriba y la legítima violencia de abajo. Y por otro lado, al hacer desechable toda violencia, y por lo tanto, al hacer preferible toda situación no violenta, da lugar a aceptar servidumbres no violentas... De ahí que la violencia de los de abajo ejercida en su lucha contra los opresores resulte inevitablemente justa.
No abordaremos en esta ocasión las variadas formas en que la violencia se expresó en la acción política libertaria y popular a lo largo de la historia. Planteamos el tema para futuras notas, dada la complejidad y riqueza del tema. No nos es posible en esta nota analizar profundamente experiencias tan disímiles que van desde la acción de los anarquistas expropiadores, los atentados individuales, las guerrillas libertarias macknovistas, las milicias en la revolución libertaria española, la lucha armada encarada por la OPR 33 en el Uruguay en la década del 70.
Simplemente nos acercaremos a la violencia popular que asoma hoy en Argentina. Si bien somos conscientes de que los niveles de actividad de la lucha social pueden retroceder, sea por la posibilidad de que el enemigo encuentre manera de descomprimir la situación y/o porque las fuerzas populares y revolucionarias no sepamos darnos una política correcta, entendemos que los niveles alcanzados son un piso en la lucha popular, y que la violencia expresada en las luchas reivindicativas y en las manifestaciones callejeras van a ir en aumento. Esto no es casualidad, claro está. La incapacidad y debilidad política del actual gobierno, que no logra aún hacer pie en medio del conflicto no resuelto entre los bloques dominantes y la cada vez mayor imposibilidad de lograr concenso entre los de abajo, nos muestran un futuro inmediato plagado de luchas cuyo nivel político irá en aumento a medida de que la capacidad gubernamental de dar respuesta sea menor. El gobierno débil, en riesgo permanente de saltar por los aires, echa mano a la represión. Al disciplinamiento social -represión policial cotidiana, pena de muerte extralegal, torturas y apremios, detenciones arbitrarias- y a la criminalización de la protesta social -expresada en el encarcelamiento de luchadores populares y procesamiento de más de 2800 compañeros- se le suman las amenazas y secuestros por horas de compañeros referentes de diferentes sectores en lucha. Y no nos olvidamos de que entre la capacidad represiva del gobierno se encuentran los grupos especiales entrenados para la resolución de conflictos de baja intensidad cuya principal hipótesis de enfrentamiento es la insurrección popular generalizada.
En este contexto están planteadas nuestras tareas en las que el correcto uso de la acción violenta se torna fundamental. Se hace necesario que los anarquistas, en tanto partícipes de las organizaciones populares de masas, actuemos de acuerdo a la importancia de la situación. Por un lado es de fundamental importancia la capacidad de los sectores en lucha de hacer frente común a la ofensiva represiva y de lograr una contención cada vez mayor por parte del conjunto de la población. Por el otro, dado que a la represión del gobierno deberá el pueblo oponer una fuerza resistente efectiva, es necesario que los mecanismos de autodefensa populares se perfeccionen y se adecuen a las nuevas circunstancias. Tanto en las luchas reivindicativas puntuales como en la autodefensa en las manifestaciones callejeras.
Desde OSL constantemente planteamos la necesidad que tenemos los trabajadores y el pueblo de dotarnos de herramientas de construcción adecuadas que nos permitan ir de la actual furia social hacia el ejercicio del poder popular. Es en este marco que la acción violenta cobra un sentido realmente político, dado que enfrentando la violencia del sistema y tratando de doblegar su fuerza estamos defendiendo la posibilidad de construcción de poder de abajo. La violencia no debe ser porque sí, y no es necesariamente deseable y útil en cualquier circunstancia. La lectura de la realidad nos debe determinar las formas de la acción política, y la violencia es una de las formas que ésta puede tomar. De ahí que sea necesaria la subordinación de la violencia a lo político, de que su puesta en práctica contenga siempre un contenido político que trascienda las formas. De esto se desprende que ni la acción violenta ni ninguna otra forma de acción tienen sentido sin un hacer cotidiano de acuerdo al proyecto revolucionario de la organización política de los anarquistas, en el seno de las organizaciones de los oprimidos.
febrero de 2002.

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