miércoles, 8 de octubre de 2008

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martes, 16 de septiembre de 2008

"Acción Directa" por Voltairine De Cleyre



Desde la perspectiva de alguien que piense por sí mismo y sea capaz de discernir una ruta sin desvíos a seguir para el progreso de la humanidad, para que haya cualquier tipo de progreso, quien, teniendo una ruta tal trazada en la mente, haya buscado cómo enseñarsela a los demás, hacerles verla como la ve él mismo; quien haciendo eso al mismo tiempo ha elegido lo que le parecieran expresiones simples y claras para transmitir sus ideas a los otros, - para esa persona aparece como gran fuente de tristeza y confusión del espíritu el que la expresión "Acción Directa" de pronto haya adquirido en las mentes del público un significado estrecho, en absoluto implicado en las palabras mismas, y ciertamente nunca adscrito por él mismo, ni por sus camaradas de ideas.
Sin embargo, esta es una de las bromas más comunes que el Progreso le hace a aquellos que piensan por sí mismos para ponerles límite y medida. Una y otra vez, nombres, frases, consignas y eslóganes, han sido puestos al revés, patas para arriba y patas para abajo, por ocurrencias fuera del control de aquellos que usaban las expresiones en su sentido original; y todavía, aquellos que tercamente se han mantenido en sus posiciones, y han insistido en ser oídos, al final han encontrado que el período de la incomprensión y el prejuicio no ha sido sino el preludio para una más amplia investigación y comprensión.
Me parece que este es el caso con la presente confusión en torno al término Acción Directa, el cual a través del malentendido o la deliberada deformación de ciertos periodistas de Los Angeles en el momento en que los McNamaras se declararon culpables, de pronto adquirió en la mente del público el sentido de "Ataques por la Fuerza contra la Vida y la Propiedad." Esto era o muy ignorante o muy deshonesto por parte de los periodistas; pero ha tenido el efecto de despertar la curiosidad de mucha gente por conocer todo lo que tiene que ver con la acción directa.
De hecho, aquellos que con tanto fervor y desatino la condenan, encontrarán viéndolo más de cerca que ellos mismos en muchas ocasiones han practicado la acción directa, y continuarán haciéndolo.
Cada persona que alguna vez haya pensado que tenía el derecho de expresarse, y valientemente hubiese procedido a hacerlo, solitariamente o junto con otros que compartiesen sus convicciones, ha sido practicante de la Acción Directa. Hace unos treinta y tantos años, recuerdo que el Ejército de Salvación practicaba vigorosamente la acción directa para mantener la libertad de sus miembros de expresarse, reunirse y rezar. Una y otra vez fueron arrestados, multados y puestos en prisión; pero continuaron cantando, orando y marchando hasta que finalmente obligaron a sus perseguidores a dejarlos en paz. Los Trabajadores Industriales llevan hoy la misma lucha, y en una serie de casos, han obligado a los funcionarios a dejarlos en paz por medio de esas mismas tácticas directas.
Cada persona que alguna vez haya planeado hacer alguna cosa, y fue y la hizo, o que haya presentado un plan a los demás y ganado su cooperación para hacerla con ellos, sin tener que dirigirse a autoridades exteriores a pedirles que por favor la hicieran por ellos, ha sido practicante de la acción directa. Todos los experimentos cooperativos son esencialmente, acción directa.
Toda persona que alguna vez en su vida haya tenido que resolver una diferencia con otra persona, y se haya dirigido directamente a la otra u otras personas involucradas para resolverla, ya sea de manera pacífica u otra, era un practicante de la acción directa. Ejemplos de acciones de ese tipo lo son las huelgas y los boicots; muchas personas se recordarán la acción de las amas de casa de Nueva York que boicotearon a los carniceros, y lograron que se bajase el precio de la carne; en el presente parece divisarse un boicot de la mantequilla, como respuesta directa a los que ponen los precios de ese producto.
Estas acciones por lo general no se deben a que alguien se ponga a pensar demasiado acerca de los méritos de lo directo o de lo indirecto de la acción, sino que son recursos espontáneos de aquellos que se sienten oprimidos por una situación. En otras palabras, todo el mundo es, la mayor parte de las veces, creyente en el principio de la acción directa, y lo practica. Sin embargo, la mayoría de la gente también practica la acción indirecta o política [hoy en día, legal o reformista, N. del T.]. Y son ambas cosas al mismo tiempo, sin hacer un análisis profundo de la una o de la otra. Sólo hay un número limitado de gente que evitan la acción política en todas las circunstancias; pero no hay nadie, nadie en absoluto, que haya sido tan "imposible" como para evitar todo tipo de acción directa.
La mayoría de la gente pensante son en realidad oportunistas, ora inclinándose tal vez más hacia la acción directa, ora a lo indirecto como cosa general, pero en realidad usan ambos medios cuando la oportunidad así lo amerita. Eso quiere decir que estan aquellos que sostienen que el llevar al poder a los gobernantes a través de los votos es una cosa esencialmente estúpida y errónea, pero que sin embargo bajo la presión de circunstancias especiales estarían dispuestos a considerar que lo más sabio es el votar por tal o cual individuo para determinado puesto en esa ocasión particular. O también están aquellos que creen que en general, la forma más sabia para que la gente consiga lo que quiere es por el método indirecto de votar por alguien que legalice lo que quieren; pero que sin embargo, ocasionalmente y bajo condiciones excepcionales aconsejan una huelga; y una huelga, como ya lo he dicho, es acción directa. O pueden hacer como los agitadores del Partido Socialista (que hoy en día, en su mayoría se proclaman contrarios a la acción directa) hicieron el verano pasado, cuando la policía estaba interrumpiendo sus actos. Fueron a los lugares de los actos como fuerza, preparados para hacer sus discursos sí o sí, y lograron hacer retroceder a la policía. Y mientras eso no era algo lógico de su parte, el oponerse de esa manera a los ejecutores legales de la voluntad de la mayoría, era una perfecta y exitosa muestra de la acción directa.
Aquellos que, por la esencia de sus convicciones, estan comprometidos con la Acción Directa sólo son -- quiénes? Pues, los no-resistentes; precisamente aquellos que no creen para nada en la violencia! Ahora, por favor no cometan el error de inferir de ello que yo digo que acción directa quiere decir no-resistencia; nada de eso. La acción directa puede ser el extremo de la violencia, o puede ser tan pacífica como las aguas mansas del arroyuelo de Shiloa. Lo que quiero decir es que los no-resistentes sólo pueden creer en la acción directa y nunca en la acción política. Porque la base de toda acción política es la coherción; aún cuando el Estado hace cosas buenas, en última instancia depende del garrote, la pistola o la prisión para que su poder las ponga en práctica.
Hoy en día, cada niño en edad escolar en los Estados Unidos ha tenido noticia de la acción directa de ciertos no-resistentes a través de las clases de historia. El caso que inmediatamente todo el mundo recuerda es el de los primeros Cuáqueros que llegaron a Massachussets. Los Puritanos habían acusado a los Cuáqueros de "perturbar al mundo con su prédica por la paz." Ellos (los Cuáqueros) se negaron a pagar los impuestos de la iglesia, se negaron a portar armas, y se negaron a jurar lealtad a cualquier tipo de gobierno (Y al hacerlo se convertían en activistas directos, o lo que podríamos llamar activistas directos negativos). De modo que los Puritanos, siendo practicantes de la acción política, aprobaron leyes para excluirlos, deportarlos, multarlos, encarcelarlos, mutilarlos y finalmente, mandarlos a la horca. Y los Cuáqueros volvían una y otra vez (lo que era una acción directa de tipo positivo); y la historia registra que luego del ahorcamiento de cuatro Cuáqueros, y de que el cuerpo de Margaret Brewster hubiese sido arrastrado por un carro por las calles de Boston, "los Puritanos renunciaron a seguir intentando silenciar a los nuevos misioneros"; que "la persistencia de los Cuáqueros y su no-resistencia habían ganado la batalla."
Otro ejemplo de acción directa en la temprana historia colonial, pero esta vez para nada del tipo pacífico, fue el incidente conocido como la Rebelión de Bacon. Todos nuestros historiadores defienden, por cierto, la acción de los rebeldes en ese incidente, porque éstos tenían razón. Y sin embargo, se trató de un caso de acción directa violenta contra una autoridad legalmente constituída. Para aquellos que hayan olvidado los detalles, déjenme recordarles brevemente que los agricultores de Virginia temían, con razón, una ofensiva general de los indios. Siendo activistas políticos pidieron, o Bacon como su dirigente pidió, que el gobernador les aprobase una comisión para reclutar voluntarios para su propia defensa. El gobernador temía, también con razón, que una compañía así de hombres armados se convirtiese en una amenaza para él. El gobernador rechazó la petición. Como consecuencia, los agricultores recurrieron a la acción directa. Reclutaron voluntarios sin la comisión, y lograron repeler a los indios. Bacon fue declarado traidor por el gobernador, pero dado que la gente lo apoyaba, el gobernador tenía miedo de proceder contra él. Al final, sin embargo, las cosas llegaron al punto tal de que los rebeldes incendiaron Jamestown; y de no haber sido por la muerte de Bacon, mucho más se habría podido lograr. Por supuesto, la reacción fue muy cruenta, tal y como suele suceder cada vez que una rebelión colapsa o es aplastada. Sin embargo, aún durante el breve período de éxito, logró corregir muchos abusos. Estoy seguro que los que abogaban por la acción política a toda costa en aquellos tiempos, después de que la reacción regresó al poder deben de haber dicho: "Vean lo que los males de la acción directa no han traído! Qué desgracia, el progreso de la colonia ha retrocedido veinticinco años;" olvidando que si los colonos no hubiesen recurrido a la acción directa, sus cabelleras habrían sido arrancadas por los indios un año antes, en vez de que un cierto número de ellos hubiesen sido ahorcados por el gobernador un año después.
En el período de agitación y excitación que precedió a la revolución , hubo todo tipo de acciones directas, desde las más pacíficas a las más violentas; y creo que casi todos los que hayan estudiado la historia de los Estados Unidos encuentra en el recuento de esas actividades la parte más interesante de la historia, la parte que más facilmente se graba en la memoria.
Entre las acciones pacíficas que tuvieron lugar, estaban los acuerdos de no-importación, las ligas para usar telas hiladas en el país y los "comités de correspondencia." A medida que el crecimiento inevitable de las hostilidades se fue desarrollando, se desarrolló la acción directa violenta; por ejemplo, en la destrucción de los sellos de impuestos, o la acción referente a los barcos de té, ya sea el no permitir el desembarque del té, o su almacenamiento en lugares inundados, o el arrojarlos al agua en el puerto, como en Boston, o el obligar al dueño del barco carguero a incendiar su propia nave, como se hizo en Annapolis. Todas esas son acciones registradas en nuestros libros de texto más comunes, ciertamente no de manera condenatoria, sin siquiera una disculpa, aunque todas ellas sean casos de acción directa contra la autoridad legalmente constituída y los derechos de propiedad. Si llamo la atención sobre ellas y otras de naturaleza similar, es para probar a los repetidores irreflexivos de palabras que la acción directa siempre ha sido usada, y goza de la sanción histórica de la misma gente que hoy en día la reprueba.
Se dice que George Washington había sido el dirigente de la liga de no-importación de los agricultores de Virginia; hoy en día él probablemente habría sido "llamado al orden" por una corte por haber formado una liga así; y en caso de haber persistido en el intento, habría sido multado por desacato.
Cuando el gran conflicto entre el Norte y el Sur iba pasando de rojo a morado, una vez más fue la acción directa la que precedió y precipitó a la acción política. Y hasta podría afirmar que la acción política nunca tiene lugar, y no es ni siquiera contemplada hasta que las mentes adormecidas primero no hayan sido despertadas por actos directos de protesta contra las condiciones existentes.
La historia del movimiento contra la esclavitud y la Guerra Civil es una de las más grandes paradojas, aunque históricamente sea una cadena de paradojas. Políticamente hablando , fueron los estados esclavistas los que representaban una mayor libertad política, por la autonomía del estado individual contra la interferencia de los Estados Unidos; políticamente hablando, eran los Estados no-esclavistas los que representaban un gobierno fuerte y centralizado el cual, los secesionistas decían y con razón, estaba destinado a evolucionar progresivamente hacia formas más y más tiránicas. Que fue lo que ocurrió. Desde el fin de la primera Guerra Civil, ha habido un continuo traspasar del poder federal de las fronteras de lo que originariamente eran las atribuciones de los Estados individuales. Los esclavos-asalariados, en sus luchas de hoy, son continuamente lanzados al conflicto con ese poder centralizado contra contra el cual protestaba el esclavista (con la libertad en los labios y la tiranía en el corazón). Éticamente hablando, eran los estados no-esclavistas los que de modo general representaban una mayor libertad humana, mientras que los secesionistas representaban la esclavitud racista. Esto sólo de un modo general; o sea, que la mayoría de los norteños, no estando acostumbrados a estar rodeados por la presencia real de la esclavitud de los negros a su alrededor, pensaron que probablemente era un error; aunque no mostraban tanto fervor en abolirla. Sólo los Abolicionistas, y esos eran relativamente pocos, fueron los éticos genuinos, para los cuales la esclavitud en sí -no la secesión o la unión- era la cuestión principal. De hecho, era tan fundamental para éstos, que una cantidad considerable de ellos estaban a favor de la disolución de la unión, promoviendo el que el Norte tomase la iniciativa en la cuestión de disolverla para que los pueblos del Norte pudiesen sacudirse la vergüenza de mantener negros en cadenas.
Por supuesto, había todo tipo de gentes con todo tipo de temperamentos entre aquellos que abogaban por la abolición de la esclavitud. Había cuáqueros como Whittier (sin duda, eran los cuáqueros que estaban por la paz a toda costa que habían abogado por la abolición en los tempranos días de la colonia); había activistas políticos moderados, que estaban a favor de comprar la libertad de los esclavos como el método más barato; y había gente extremadamente violenta, que creían en y hacían todo tipo de cosas violentas.
En cuanto a lo que hicieron los políticos, hay una larga lista de "amenazar-con-hacerlo-para-no-hacer-mucho," un récord de treinta años de compromisos, negociaciones e intentos de dejar las cosas como estaban, y de repartir migajas a ambos bandos cuando nuevas condiciones demandaban hacer algo, o hacer de cuentas que se hacía algo. Pero "las estrellas en sus órbitas lucharon contra Sisera;" el sistema se estaba resquebrajando desde adentro y los partidarios de la acción directa desde el exterior a su vez ensancharon las grietas implacablemente.
Entre las distintas expresiones de rebelión directa estuvo la organización de la "vía ferroviaria clandestina." La mayoría de la gente que perteneció a ella creía en ambas formas de acción; pero no importa cuanto se adherían teóricamente a la idea del derecho de la mayoría de promulgar y hacer cumplir las leyes, no creían en ella en ese punto. Mi abuelo fue miembro de la "clandestinidad;" ayudó a más de un esclavo fugitivo a escapar hacia Canadá. Él era un hombre muy paciente y obediente de las leyes en la mayoría de los aspectos, aunque a menudo he pensado que él respetaba la ley porque no había tenido mucho contacto con ella; siempre llevando una vida de pionero, por lo general la ley estaba bastante lejos de él, y la acción directa era un imperativo. Sea como fuere, respetuoso de la ley o no, él no tenía el más mínimo respeto por las leyes esclavistas, no importa que hubiesen sido decididas por una mayoría de diez a uno, y violó concientemente cada una de las que se les cruzó en el camino.
Había momentos en que la operación de la "clandestinidad" requería de la violencia, y se hacía uso de ella. Recuerdo el relato de una vieja amiga que me contaba cómo ella y su madre montaban guardia toda la noche tras la puerta, mientras que un esclavo que estaba siendo buscado por las patrullas estaba escondido en el sótano; y aunque eran descendientes y simpatizantes de los cuáqueros, tenían una escopeta encima de la mesa. Afortunadamente, no necesitaron hacer uso de ella esa noche.
Cuando se aprobó la ley de los esclavos fugitivos con la ayuda de los activistas políticos del Norte que querían ofrecer una nueva migaja a los esclavistas, los activistas directos se lanzaron a rescatar fugitivos recapturados. Tuvieron lugar el "rescate de Shardrach" y el "rescate de Jerry," los participantes en este último rescate estuvieron dirigidos por el famoso Gerry Smith; así como muchos otros intentos exitosos y fallidos de rescate. Todavía los políticos seguían perdiendo el tiempo y tratando de limar asperezas, y los abolicionistas fueron denunciados y detractados por los pacificadores ultraobedientes de la ley, prácticamente de la misma forma en que Wm. D. Haywood y Frank Bohn son ahora denunciados por su propio partido.
El otro día leí un comunicado en el Chicago Daily Socialist del secretario local del Partido Socialista de Louisville al secretario nacional, pidiéndole que sustituyesen a Bohn -que había sido anunciado para hablar allí- por otro orador seguro y en su sano juicio. Al explicar el porqué, el Sr. Dobbs menciona una cita de la charla de Bohn: "Si los McNamaras hubiesen tenido éxito al defender los intereses de las clases trabajadoras, habrían tenido razón, tanta como la habría tenido John Brown de haber tenido éxito en liberar a los esclavos. El único crimen de John Brown fue la ignorancia, así como la ignorancia fue el único crímen de los McNamaras."
Sguidamente, el Sr. Dobbs comenta lo siguiente: "Cuestionamos enfáticamente las afirmaciones aquí vertidas. El intento de trazar un paralelo entre la abierta -aunque equivocada- rebelión de John Brown por un lado, y los métodos secretos y asesinos de los McNamaras por el otro, no sólo es un indicador de lo superficial de su razonamiento, sino altamente engañoso en cuanto a las conclusiones lógicas que se pueden derivar de dichas afirmaciones."
Evidentemente, el Sr. Dobbs es muy ignorante acerca de la vida y obra de John Brown. John Brown era un hombre de violencia; se habría burlado de los intentos de cualquiera por hacer de él otra cosa. Y una vez que una persona se convierte en creyente de la violencia, para él sólo es una cuestión la forma más efectiva de aplicarla, lo que sólo puede ser determinado por un conocimiento de las condiciones y los medios a su disposición. John Brown para nada se amilanaba ante los métodos conspirativos. Aquellos que hayan leído la autobiografía de Frederick Douglas y las Reminiscences de Lucy Colman, se recordarán que uno de los planes diseñados por John Brown era el de organizar una cadena de campamentos armados en las montañas de West Virginia, Carolina del Norte y Tennessee, enviar emisarios secretos entre los esclavos incitándoles a huir hacia esos campamentos y allí concertar medidas de acuerdo a lo que permitiesen los tiempos y las condiciones para fomentar la rebelión entre los negros. El que dicho plan haya fallado se debió a la debilidad del deseo de libertad entre los esclavos mismos, más que a ninguna otra cosa.
Más tarde, cuando los políticos en su infinita taimadez produjeron una proposición sobre "cómo-no-hacerlo," conocida como el Acta de Kansas-Nebraska, que dejó al libre albedrío de los colonos la cuestión de la esclavitud, los activistas directos de ambos bandos enviaron colonos falsos al territorio, los que continuaron la lucha. Los hombres a favor de la esclavitud, que llegaron primero, hicieron una constitución que reconocía la esclavitud y una ley que penaba con la muerte a cualquiera que ayudase a escapar a un esclavo; pero los Free Soilers, que se habían demorado un poquito más en llegar por venir desde estados más lejanos, hicieron una segunda constitución y se negaron del todo a reconocer las leyes de la otra parte. Y John Brown estuvo allí, mezclado en toda esa violencia, tanto conspirativa como abierta; era un "ladrón de caballos y asesino" a los ojos de los activistas políticos decentes y pacíficos. Y no cabe duda de que robó caballos, sin enviar señal alguna por adelantado de sus intenciones de robarlos, y de que mató hombres que estaban a favor de la esclavitud. Atacó y logró huir bastantes veces antes de su intento final en Harper's Ferry. Si no usó dinamita, fue porque entonces la dinamita aún no había surgido como un arma práctica. Hizo muchos más ataques premeditados a la vida que los dos hermanos que el Secretario Dobbs condena por sus "métodos asesinos." Y sin embargo, la historia no ha dejado de comprender a John Brown. La humanidad sabe que a pesar de que él era un hombre violento, con samgre humana en sus manos, que era culpable de alta traición y fue colgado por ello, sin embargo su alma era grande, fuerte, generosa, incapaz de soportar el aterrador crimen de mantener a 4,000,000 de personas como bestias estúpidas, y que pensó que el hacer la guerra contra eso era un deber sagrado, divino (porque John Brown era un hombre muy religioso - un presbiteriano).
Es a través y por las acciones directas de los precursores del cambio social, ya sean de naturaleza pacífica o bélica, que la Conciencia Humana, la conciencia de las masas, se agita hacia la necesidad del cambio. Sería muy estúpido el decir que nada bueno resulta jamás de la acción política; a veces surgen cosas positivas por ese camino. Pero nunca hasta que la rebelión individual, seguida por la rebelión de masas, lo haya forzado. La acción directa siempre es la que lanza el grito de protesta, la iniciadora, a través de la cual la gran masa de los indiferentes toma conciencia de que la opresión se torna insoportable.
Hoy hay opresión en la tierra -- y no sólo en esta tierra, sino en todos aquellos rincones del mundo que disfrutan de los tan engañosos frutos de la Civilización. E igual que con la cuestión de la esclavitud, también esta forma de esclavitud ha estado engendrando, tanto la acción directa como la acción política. Una cierta fracción de nuestra población (probablemente mucho más pequeña que la que los políticos acostumbran dar en los mitines políticos) está produciendo la riqueza material de la que todo el resto de nosotros vivimos; así como eran 4,000,000 de esclavos que sostenían a la masa de parásitos que tenían encima. Esos son los trabajadores industriales y agrícolas.
A través de la inprofesada e inprofesable operación de instituciones que ningún individuo entre nosotros ha creado, sino que encontró ya existentes al llegar a este mundo, la parte absolutamente más esencial de toda la estructura social, sin cuyos servicios nadie puede ni comer, ni vestirse o protegerse de los elementos, son justamente aquellos que reciben menos comida, vestimenta y alojamiento -- para no mencionar su parte de todos los otros beneficios sociales que el resto de nosotros supuestamente debemos recibir, tales como la educación y la gratificación artística.
Esos trabajadores han, de una u otra forma, juntado mútuamente sus fuerzas para ver qué mejoras de sus condiciones pueden conseguir; primeramente por medio de la acción directa, y luego por la acción política. Hemos tenido al Grange, la Alianza de Granjeros, Asociaciones Cooperativas, Experimentos de Colonización, los Caballeros del Trabajo , Sindicatos y los Trabajadores Industriales del Mundo. Todas esas organizaciones se han formado con el propósito de lograr arrancar de los amos del campo económico un salario un poco mejor, unas condiciones un poco mejores, o una jornada de trabajo un poco más corta; o por otro lado, para resistir una reducción en los salarios, peores condiciones o jornadas laborales más largas. Ninguna de ellas ha intentado alcanzar una solución final para la guerra social. Ninguna de ellas, excepto los Trabajdores Industriales, ha reconocido que existe una guerra social, inevitable mientras las presentes condiciones legales y sociales persistan. Aceptaron las instituciones de la propiedad tales y como las encontraron. Estaban formadas por hombres promedio, con deseos promedio, y se abocaron a hacer cosas que les parecían posibles y muy razonables. No estaban comprometidos con una visión política particular y estaban organizados, pero lo hicieron a través de la acción directa a partir de su propia iniciativa, ya sea como actitud positiva o defensiva.
No cabe duda que entre todas esas organizaciones habían miembros que veían más allá de las reivindicaciones inmediatas; que sí vieron que el continuo desarrollo de las fuerzas que ahora se habían puesto en acción estaba destinado a crear condiciones ante las cuales sería imposible que la vida pudiese continuar sometiéndose, y contra las cuales por lo tanto, ella protestaría, y violentamente; que ella no tendría otra elección; que debe hacerlo o de lo contrario perecer mansamente; y dado que no está en la naturaleza de la vida el rendirse sin dar batalla, ella no morirá mansamente. Hace veintidos años encontré gente de la Alianza de Granjeros que hablaban así, Caballeros del Trabajo que hablaban así, sindicalistas que hablaban así. Querían objetivos más amplios que aquellos perseguidos por sus organizaciones, pero tuvieron que aceptar a sus camaradas miembros como eran, y tratar de motivarlos a trabajar por las cosas tal y como ellos las podían ver. Y lo que ellos podían ver eran mejores precios y mejores salarios, condiciones de trabajo menos peligrosas y tiránicas, jornadas laborales más cortas. Al nivel de desarrollo en el que esos movimientos surgieron, los trabajadores agrícolas no podían ver que su lucha tuviese nada que ver con las luchas de aquellos involucrados en la industria o en el transporte; tampoco éstos últimos podían ver que su lucha tuviese nada en común con la de los obreros agrícolas. Y es que aún hoy muy pocos ven eso. Todavía tienen que aprender que hay una lucha común contra aquellos que se han apropiado de la tierra, el dinero y las máquinas.
Desafortunadamente, la gran organización de los granjeros se malgastó en una carrera estúpida por el poder político. Tuvo bastante éxito en conseguir el poder en varios Estados; pero las cortes declararon inconstitucionales sus leyes, y esa fue la tumba de todas sus conquistas políticas. Su programa original era el de construir sus propios silos, reteniéndolos del mercado hasta poder librarse de los especuladores. Asimismo, la organización de intercambios de mano de obra, emitiendo bonos de crédito sobre los productos depositados para el intercambio. Si se hubiera mantenido fiel a este programa de ayuda mutua directa habría, hasta cierto punto, al menos por un tiempo, podido ser una ilustración de cómo la humanidad se puede liberar del parasitismo de los banqueros e intermediarios. Por supuesto, al final habría sido derrocado, a menos que hubiese revolucionado de gran manera las mentes de los hombres por el ejemplo del derrocamiento del monopolio legal de la tierra y el dinero; pero al menos habría cumplido un gran fin educativo. En la realidad, siguió un espejismo y se desintegró a causa de su mera futilidad.
Los Caballeros del Trabajo fueron disminuyendo hasta alcanzar una relativa insignificancia, no por no haber hecho uso de la acción directa, ni tampoco por haberse metido en política, lo que se dio en pequeña escala, sino principalmente porque eran una masa heterogénea de trabajadores que no pudo asociar sus esfuerzos de manera efectiva.
Los sindicatos ganaron en fuerza a medida que se iban retirando los Caballeros del Trabajo, y han continuado incrementando su fuerza lenta pero persistentemente. Es verdad que su crecimiento ha fluctuado; que han habido retorcesos, que grandes organizaciones unitarias se han formado para volver a dispersarse. Pero en su conjunto, los sindicatos han sido una fuerza creciente. Lo han sido porque, siendo tan pobres como son, han sido un medio por el cual un cierto sector de los trabajadores han sido capaces de unir sus fuerzas para enfrentar directamente a sus amos, así lograr al menos una parte de lo que querían --o de lo que las condiciones les dictaban que deberían tratar de lograr. La huelga es su arma natural, la que ellos mismos se han forjado. Es el golpe directo de la huelga el que nueve de cada diez veces es temido por el patrón. (Por supuesto, hay ocasiones en las que se alegra por una huelga, pero eso no es común). Y la razón por la que le tiene terror a las huelgas, no es tanto porque piense que no la va apoder ganar, sino lisa y llanamente porque no quiere una interrupción de sus negocios. El patrón común no le tiene mucho miedo al "voto con conciencia de clase;" hay gran cantidad de talleres en los que uno puede hablar acerca del Socialismo o de cualquier otro programa político todo el día; pero si uno empieza a hablar de sindicatos [Unionism en el original, N del T] es de esperar que lo despidan de inmediato, o al menos que le adviertan que se calle la boca. Por qué? No porque el patrón sea tan inteligente como para saber que la acción política es una ciénaga en la que se empantana el trabajador, o porque considere que el socialismo rápidamente se esté convirtiendo en un movimiento de clase media; nada de eso. Él piensa que el socialismo es una cosa muy mala; pero es una buena salida! Pero sabe que si su fábrica se sindicaliza, va a tener problemas de inmediato. La mano de obra se le pondrá rebelde, va a tener que entrar en gastos para mejorar las condiciones de la fabrica, no va a poder despedir a los trabajadores que no le gusten, y en caso de huelga deberá esperar daños a su maquinaria o sus edificios.
Se dice a menudo, y lo repiten como loros, que esos patrones tienen "conciencia de clase," que se mantienen unidos por interés de clase, y que estan dispuestos a soportar cualquier pérdida personal antes que traicionar esos intereses. No ocurre así en absoluto. La mayoría de la gente de negocios son igual que la mayoría de los trabajadores; se preocuman mucho más de sus pérdidas o beneficios personales que de los de su clase. Y es esta pérdida individual la que ve el patrón cuando es amenazado por un sindicato.
Hoy todo el mundo sabe que una huelga de cualquier tamaño significa violencia. No importa qué preferencia ética hacia la paz se tenga, se sabe que no será pacífica. Si es una huelga de telégrafos, significa cortar los cables y los postes, y meter falsos rompehuelgas [esquiroles, carneros] para que saboteen los instrumentos. Si es una fábrica de chapas de acero, significa caerles a golpes a los rompehuelgas, romper las ventanas, desajustar las válvulas, y destruir las caras prensas junto con toneladas y toneladas de material. Si es una huelga de mineros, significa destruir líneas férreas y puentes, y volar instalaciones. Si es una huelga de los trabajadores de la confección, significa montar un incendio anónimo, lanzar una andanada de piedras a través de una ventana aparentemente inaccesible, o tal vez un trozo de ladrillo sobre la cabeza de dueño mismo. Si es una huelga de tranvías, significa vías destrozadas o barricadas con el contenido de carros de hollín o de deshechos de comida para cerdos, con vagones desechados o cercas robadas, significa vagones incinerados o chocados e interruptores apagados.Si es una huelga de trenes, significa motores "muertos", motores que anden impredeciblemente, vagones de carga descarrilados y trenes retrasados. Si es una huelga de la construcción, significa estructuras dinamitadas. Y siempre, en todas partes, todo el tiempo, peleas entre los rompehuelgas y esquiroles contra los huelguistas y los simpatizantes de la huelga, entre el Pueblo y la Policía.
De parte de los patrones, significa focos rastreadores, vallas electrificadas, fortificaciones, barracas, detectives y agentes provocadores, raptos violentos y deportaciones, y todos y cada uno de los instrumentos que sean capaces de imaginar para su protección, además del recurso último de la policía, la milicia, la constabularia del Estado y las tropas federales.
Todo el mundo sabe esto; todos sonríen cuando los funcionarios del sindicato le hacen el llamado a sus organizaciones a que sean pacíficas y respeten la ley, porque todo el mundo sabe que estan mintiendo. Ellos saben que se hace uso de la violencia, tanto en secreto como abiertamente; y saben que ésta es usada porque los huelguistas no pueden hacer otra cosa, sin renunciar del todo a la lucha. Tampoco se equivocan aquellos que así recurren a la violencia bajo la presión de delincuentes destructivos que hacen lo que hacen por maldad innata. La gente en general comprende que hacen esas cosas por la dura lógica de una situación que ellos no crearon, sino que los obliga a a hacer esos ataques en función de vencer en su lucha por vivir o sucumbir en el pozo sin fondo del descenso hacia la pobreza, que hace que la Muerte los encuentre en el hospital de pobres, las calles de la ciudad, o las aguas sucias del río. Esta es la terrible alternativa que los trabajadores enfrentan; y esto es lo que hace que los seres humanos de disposición más amable - hombres que harían todo por ayudar a un perro herido, o llevar a su casa a un gatito extraviado y darle leche, o hacerse a un lado para no aplastar a un gusano - hechar mano a la violencia contra sus congéneres. Ellos saben, porque lo hechos se lo han enseñado, que esta es la única manera de ganar, si es que acaso piensan ganar. Y siempre me ha parecido que una de las cosas más extremadamente ridículas y absolutamente irrelevantes que una persona puede decir o hacer, cuando un huelguista que enfrenta una determinada situación se le acerca en busca de consuelo o asistencia, sería el responderle "Tome el poder por medio de los votos!" cuando la próxima elección será dentro de seis meses, o uno o dos años.
Desafortunadamente la gente que mejor sabe cómo se usa la violencia en la guerra sindical no puede salir y decir: "En tal fecha, en tal lugar, se hizo tal y cual acción específica, y como resultado se consiguieron tales y cuales concesiones, o tal o cual patrón tuvo que capitular." Hacerlo pondría en peligro su libertad y su poder para seguir luchando. Por lo tanto, aquellos que más saben deben mantener silencio y sonreir para sus adentros, mientras que aquellos que saben poco dicen cualquier cosa. Son lo hechos y no las palabras, los que deben clarificar sus posiciones.
Y se ha hablado mucho sinsentido durante las últimas semanas. Oradores y escritores, honestamente convencidos de que yo creo que solamente la acción política puede ganar la batalla de los trabajadores, han estado denunciando lo que ellos están complacidos en llamar "acción directa" (lo que en realidad quieren decir es violencia conspirativa) como autora directa de un sinnúmero de daños al movimiento. Un tal Oscar Ameringer, por ejemplo, dijo recientemente en una asamblea en Chicago que la bomba de Haymarket de '86 había retrasado el movimiento por las ocho horas de trabajo veinticinco años, argumentando que el movimiento habría tenido éxito de no haber sido por la bomba. Eso es una gran equivocación. Nadie puede medir exactamente en años y horas el efecto de una avanzada o de una reacción. Nadie puede demostrar que el movimiento de las ocho horas habría ganado hace veinticinco años. Sabemos que la jornada de ocho horas había sido incluida en las leyes de Illinois en 1871 por medios políticos, y que desde entonces ha sido letra muerta. Que la acción directa de los trabajadores la podría haber logrado en ese entonces, es algo que no puede ser probado; pero se puede demostrar que factores mucho más poderosos que la bomba de Haymarket operaron en contra. Por otro lado, si la influencia reactiva de la bomba hubiese sido tan poderosa en realidad, deberíamos naturalmente esperar que las condiciones laborales y sindicales fuesen peores en Chicago que en las otras ciudades en las que no sucedieron ese tipo de cosas. Al contrario, con lo malas que son, las condiciones laborales en general son mejores en Chicago que en las demás ciudades grandes, y el poder de los sindicatos está más desarrollado allí que en cualquier otra ciudad de los Estados Unidos excepto San Francisco. De modo que si podemos sacar alguna conclusión acerca de la bomba de Haymarket, hay que tener en mente estos hechos. Personalmente, no creo que su influencia sobre el movimiento sindical como tal haya sido tan importante.
Lo mismo ocurrirá con el furor actual acerca de la violencia. Nada ha cambiado en lo fundamental. Dos hombres han sido enviados a prisión por lo que hicieron (hace veinticuatro años los ahorcaban por lo que no habían hecho); unos pocos más podrían ir a la cárcel. Pero las fuerzas de la vida continuarán rebelándose contra las cadenas económicas, no improta qué personas bien portadas voten o dejen de votar, hasta que las cadenas no se rompan.
Y cómo se romperán las cadenas?
Los activistas políticos nos dicen que sólo ocurrirá por medio de la acción electoral del partido de la clase obrera; logrando elegirse para la posesión de las fuentes de la vida y de los medios de trabajo; votando para que aquellos que hoy controlan los bosques, las minas, las haciendas, las vías fluviales, los depósitos y las fabricas y de la misma forma controlan el poder militar que los defiende, entreguen su dominación al pueblo.
Y mientras tanto?
Mientras tanto, sed apacibles, industriosos, obedientes de la ley, pacientes y frugales (como Madero le dijo que fueran a los peones rurales, después de haberlos vendido a Wall Street)! Aún cuando algunos de vosotros seáis pobres, no os levantéis contra ello, porque eso podría "hacer retroceder al partido."
Bueno, ya he dicho que algunas cosas buenas salen a veces por medio de la acción política -- y no necesariamente por la acción del partido de la clase obrera. Pero estoy de sobra convencida de que los beneficios ocasionales logrados estan más que balanceados por los males; tanto como estoy convencida de que aunque hayan males ocasionales como resultado de la acción directa, son más que compensados por los beneficios.
Casi todas las leyes que originariamente habían sido enfocadas con la intención de beneficiar a los pobres, o se han vuelto armas en las manos de sus enemigos, o se han vuelto letra muerta a menos que los trabajdaores hayan obligado directamente a su observancia. O sea que al fin y al cabo, es la acción directa sobre la que hay que apoyarse de todos modos. Como un ejemplo de coger el lado manco de la ley basta hechar un vistazo a la ley contra los trusts, que supuestamente iba a beneficiar al pueblo en general y a la clase obrera en particular. Hace unas dos semanas, cerca de 250 dirigentes sindicales fueron citados responder por cargos de ser formadores de trusts, como respuesta de la Central de Illinois a sus huelgas.
Pero el daño de absolutizar a la fe en la acción indirecta es mucho mayor que cualquiera de esos resultados menores. El mal principal es que destruye la iniciativa, ahoga el espíritu individual de rebelión, le enseña a la gente a depender de que otro haga por ellos lo que ellos deberían hacer por sí mismos; finalmente, convierte en orgánica la anómala idea de que amasando pasividad hasta que se consiga una mayoría, y a través de la magia peculiar de una mayoría así, esta pasividad será transformada en energía. O sea, que la gente que ha perdido el hábito de hacer huelgas por su propia cuenta como individuos, que se han sometido a todas las injusticias al mismo tiempo que esperan ver crecer a la mayoría, van a metamorfosearse en explosivos humanos de alta potencia por un mero proceso de empaquetado!
Estoy muy de acuerdo en que las fuentes de la vida, y toda la riqueza material de la tierra, y las herramientas necesarias para la producción cooperativa deben volverse libremente accesibles a todos. Es una certitud para mí que los sindicatos deben ampliar y profundizar sus propósitos o perecerá, y estoy segura de que la lógica de la situación gradualmente les obligará a entenderlo así. Deben apender que los problemas de los trabajadores jamás podrán resolverse dándole golpizas a los rompehuelgas, mientras que su propia política de mantener altas cuotas para los miembros y otras restricciones ayuden a que sigan existiendo rompehuelgas. Deben aprender que la vía del crecimiento no pasa tanto por la elevación de los salarios, sino por la disminución de la jornada laboral, la que les posibilitará el aumentar su membresía, aceptar a todos los que estén dispuestos a entrar al sindicato. Deben aprender que si quieren ganar batallas, todos los trabajadores aliados deben actuar juntos, actuar rápidamente (sin prestarle servicio a jefe alguno), y mantener la libertad de seguir haciéndolo en todo momento. Y por último, deben aprender que aún entonces (cuando hayan logrado una completa organización) no pueden ganar nada permanente a menos que hagan huelgas por todo -- no por una salario, no por una mejora parcial, sino por toda la riqueza natural del planeta. Y proceder a la directa expropiación de toda ella!
Deben aprender que su poder no reside en su capacidad electoral, que su poder reside en su capacidad de parar la producción. Es un grave error el suponer que los asalariados constituyen la mayoría de los votantes. Los asalariados estan hoy aquí y mañana allí, y eso impide a un gran número de votar; un alto porcentaje de ellos en este país son extranjeros sin derecho al voto. La prueba más patente de que los dirigentes socialistas saben que esto es así, es que ellos en cada momento adaptan su propaganda para ganar el apoyo de los negociantes, del pequeño inversionista. Sus artículos de campaña proclamaban que sus entrevistadores habían recibido la seguridad por parte de los compradores de bonos de Wall Street de que estarían igual de dispuestos a comprar bonos de Los Angeles de un administrador socialista, como lo estarían de uno capitalista; que la actual administración de Milwakee había sido una bendición para el pequeño inversionista; sus panfletos aseguran a los lectores en esta ciudad que no necesitamos ir a las grandes tiendas a comprar -- sino que más bien compremos en tal o cual negocio de Milwakee Avenue, que será tan capaz de satisfacer nuestras necesidades como una "gran casa comercial." En suma, estan haciendo hasta el último desesperado esfuerzo para ganar el apoyo y prolongar la vida de esa clase media que la economía socialista dice debe ser demolida hasta sus cimientos, porque saben que no pueden conseguir una mayoría sin ella.
Lo más que un partido de la clase obrera puede llegar a hacer, una vez que se convierte en una organización consolidada, es mostrarle a la clase de los poseedores a través de una cesación de todo trabajo, que toda la estructura social descansa sobre los trabajadores; que todas las posesiones de los otros no valen absolutamente nada sin la actividad de los trabajadores; que tales protestas, como las huelgas, son inherentes al sistema de propiedad y contínuamente recurrentes hasta que todo el sistema sea abolido -- y habiendo demostrado esto en la práctica, proceder a expropiar.
"Pero, el poder militar," dice el activista político; "debemos lograr el poder político, o el ejército será usado contra nosotros!"
Contra una Huelga General de verdad, el ejército no puede hacer nada. Claro, si tenéis a un socialista como Briand en el poder, él podría nombrar "funcionarios públicos" a los obreros e intentar hacer que le sirviesen a él en contra de sí mismos! Pero contra el sólido muro de una masa trabajadora inamovible, hasta Briand se quebraría.
Mientras tanto, hasta este despertar mundial, la guerra continuará como hasta hoy, a pesar de toda la histeria que puedan manifestar las gentes bien intencionadas que no entienden la vida y sus necesidades; a pesar de todas las vacilaciones de las tímidas dirigencias; a pesar de todas las venganzas reaccionarias que se ejecuten; a pesar de todo el capital que le sacan los políticos a la situación. Continuará porque la Vida exige vivir, y la Propiedad le niega su libertad de vivir; y la Vida no se someterá.
Y no se debería someter.
Continuará hasta el día en que la Humanidad auto-liberada sea capaz de cantar el "Himno al Hombre" de Swinburne:
"Gloria al Hombre en las alturas, porque Él es el Rey del Universo."


Algunas reflexiones acerca de la violencia



La violencia,como fenómeno más general, podríamos tomarla como una relación en la que la voluntad de un sujeto es forzada, con una trasfondo físico, sobre otro.
Hay tipos de violencia que no consisten en forzar físicamente a un individuo o grupo a hacer o pensar determinada cosa en contra de su voluntad, como la violencia simbólica y mediática que nos vemos obligados a soportar a través de los medios de comunicación, la educación, etcétera. Y a veces hasta pareciera que ciertas concepciones opresoras -y por lo tanto, violentas- se han "liberado" de su sustrato físico para interiorizarse en la manera de actuar de nosotros mismo. Pero aún estas violencias están sustentadas en organizaciones sociales e históricas de violencia física, tales como la policía, los ejércitos, las guerras de intervención, experiencias de represión, etcétera.
Las relaciones de explotación entre los seres humanos embelezadas por lo general con una retórica que nos hace perder de vista su verdadero contenido, son en sí violentas, y todas las formas de justificación de la misma son a su vez una forma de justificación, y a veces hasta de apología de la violencia.
La explotación indiscriminada del medio ambiente en beneficio de unos pocos también es una forma de violencia.
En una sociedad dividida en clases, el interés de las élites dominantes es el hacer aparecer su dominación -su violencia hacia los demás- como algo natural y hasta transparente. Como el pez, que por estar siempre dentro del agua, no la puede ver. Entre menos sea percibida como violenta la situación en la que se encuentra el sometido, más efectivo será el mecanismo opresor.
En una sociedad en la que los medios de producción son propiedad de todos, en una sociedad socialista, en el comunismo o en la anarquía, las relaciones no son de explotación -violencia-, sino de solidaridad, cooperación y compasión (esta última, entendida en su sentido profundo, no como limosna).
La sociedad que queremos construir es una sociedad no violenta, una sociedad solidaria, libre.
Pero este afán choca con los intereses de los grupos violentos que detentan el poder -violento- de una sociedad en la que predominan las relaciones de explotación -violentas ellas también-.
A estas élites va a ser muy difícil, por no decir imposible que las vayamos a convencer de lo equivocado de sus ideas, y aunque algunos piensen que sí, el récord histórico nos demuestra lo contrario. Estas élites, cuando se ven amenazadas, responden de la manera más atroz entre más frágil es su dominación -entre más saben que no tienen razón-. La historia está plagada de ejemplos de esto: Para limitarnos al capitalismo, baste decir que desde los orígenes del movimiento obrero, cuando los cimientos de su poder se vieron amenazados por los trabajadores, la burguesía jamás vaciló en reprimirlos brutalmente y hasta en aliarse con los elementos más reaccionarios de la sociedad. Así pasó en Francia en el siglo XIX, en Alemania, con la ascención del Nazismo, y en Chile en 1973.
Hay que decir también que, por la misma naturaleza del conflicto, no pueden ser los oprimidos, cuando recurren a la violencia, los primeros en hacerlo, ya que como dijimos al inicio, la relación de opresión es en sí violenta. La respuesta violenta de los oprimidos es SIEMPRE una respuesta a la violencia de los opresores. Por otro lado, si volvemos al récord histórico, este nos muestra que siempre o casi siempre, los oprimidos han optado por métodos "no violentos" de lucha, y recién cuando se han agotado todas las perspectivas de solución pacífica al problema de la opresión, han optado por la violencia.
En cuanto a los métodos "no-violentos" de lucha, existe una gran experiencia acumulada desde las más diversas perspectivas, desde las diversas luchas electorales y/o legales, hasta los diversos tipos de pacifismo. Las experiencias de transformación social por vías que aceptan e intentan explotar el marco de la legalidad impuesta por los explotadores ha implicado la consecusión de reformas, y la difusión de información y sensibilización del público sobre ciertas causas, pero raramente la amenaza a las estructuras centrales de opresión de la sociedad; y cuando lo han logrado, estas experiencias han sido ahogadas en sangre de los oprimidos a manos de los opresores. Con respecto a las experiencias de los distintos tipos de pacifismo, ocurre algo similar.
Antes de abordar los métodos violentos de resolución del conflicto entre explotadores y explotados, cabe una aclaración: El que esta violencia de los oprimidos sea más o menos efectiva, más o menos constructiva (en el sentido de la liberación de la relación opresora), o más o menos deseable es otra cuestión: Hay violencia desplazada, como la que muchos hombres oprimidos ejercen contra otros, por lo general más indefensos que ellos, como las mujeres y los niños, y hay violencia débilmente articulada, o no bien formulada, como la de los obreros blanquistas en el siglo XIX que querían destruir la relación explotadora destruyendo las máquinas. La lucha de los blanquistas, a pesar de ser un referente histórico de enorme importancia, fue fácilmente asimilada por el capitalismo, con el aumento de la producción de máquinas.
Los métodos "violentos" han sido extensamente utilizados por los oprimidos en la lucha por su liberación, y existe un sinnúmero de teorías, métodos y experiencias en este terreno. En cuanto a sus resultados, ha menudo han logrado amenazar y destruir el poder de los opresores, y hasta incluso, defender exitosamente su poder. Como con los métodos "no-violentos", estas luchas han resultado, a menudo, en un baño de sangre de los oprimidos y (con una excepción) han terminado en la destrucción total del poder de los oprimidos, o en su cooptación o asimilación al sistema de dominación imperante.
Sim embargo, la disparidad de los resultados de una u otra forma de concebir la lucha por la liberación no nos da elementos para propugnar unilateralmente la utilización de uno u otro método: Los oprimidos luchan desde sus propias subjetividades, sus propias historias y sus propias maneras de formular el mundo. El quererles imponer a través de una infalibilidad normativa moralista y doctrinaria un método de lucha es también una forma de violencia, contraria a la de la sociedad solidaria y libre de opresión que se quiere construir. Esto no quiere decir que no se deba aprender de las experiencias y que no se deba alertar de los riesgos, y que no se deba criticar, pero una cosa es el tomar una decisión personal y asumirla en la práctica con todas sus implicaciones, y otra el abandonar la solidaridad con los compañeros de lucha porque hayan adoptado un camino que nosotros consideramos a priori como errado, y sobre todo, entregarlos a la violencia de los opresores.
El debate entre los "violentos" y los "no-violentos", para usar una denominación caricaturesca, dentro del movimiento, siendo de gran importancia, cae muchas veces en el maniqueísmo más vulgar y esto, lejos de fortalecerlo, lo debilita. El sistema, al mismo tiempo que plantea el militarismo y la violencia como solución a todos los problemas, condena el uso de la violencia cuando ésta no está dirigida desde el estado. En las discusiones acerca de los métodos de lucha, el movimiento debería elaborar sus propias categorías y no plantear la lucha aceptando de entrada las concepciones del enemigo.
Para el enemigo, "violencia" son aquellos actos que siente amenazadores para su poder porque no los puede controlar (y estos actos no tienen por qué ser especialmente 'violentos'). Para el enemigo, "paz" es la aplicación de su violencia, o la vigencia de su orden violento. Para el enemigo, "no-violencia" es ausencia de resistencia. Para el enemigo, "terrorismo" es todo aquello que pueda amenazar sus intereses y favorecer los de los oprimidos. Para el enemigo, "estabilidad" significa violencia, sometimiento e inestabilidad en la vida de los oprimidos y del ecosistema. No es de extrañar, pues, que para el enemigo el movimiento 'antiglobalización' que persigue una solución al conflicto entre opresores y oprimidos sea fundamentalmente 'violento', 'desestabilizador' y por último, 'terrorista'.
Evidentemente, hay una serie de implicaciones éticas en la lucha, cualesquiera que sean las formas de abordarla. Es parte integrante de la militancia revolucionaria (porque eso es lo que somos: revolucionarios) el plantearse esas implicaciones. Pero la respuesta a esos problemas irá saliendo de la misma acción y de nuestra capacidad de evaluar autocríticamente nuestro accionar y de profundizar la perspectiva histórica del mismo. Sólo de ese proceso social de lucha sacaremos los elementos que nos permitan ir construyendo el mundo que deseamos, y no de una serie de especulaciones abstractas. Sólo ese proceso nos enseñará nuestra verdadera talla humanista, y no un catálogo de concepciones a priori


Relación entre anarquismo y violencia

Periodico EN LA CALLE, organo de difusión del anarquismo organizado (Argentina)
La relación entre anarquismo y la violencia ha sido objeto, sea por ignorancia o por malicia, de malos entendidos y difamaciones. Intentemos abordar la cuestión despejando las confusiones y procurando distinguir los medios y formas que ha tomado y toma la acción violenta libertaria y popular.
El primer nudo a desatar es el que pretende que los anarquistas anhelamos una vida social signada por la violencia. Claramente los libertarios hemos señalado que nuestra finalidad es erradicar la violencia de las relaciones sociales al tiempo que reivindicamos el ejercicio de la violencia en nuestra lucha por la libertad. Ante el aparente discurso contradictorio señalamos la inevitabilidad de la resolución violenta de nuestro enfrentamiento con los sistemas de dominación. Para entender la cuestión es necesario diferenciar entre una violencia y otra, entre el recurso para perpetuar un estado de cosas inaceptable para la dignidad humana y el acto liberador herramienta de los oprimidos.
El orden sistémico en última instancia, se sostiene por la violencia, explícita o latente. Una vez que su andamiaje ideológico se revela ineficaz, su carta final la juega su aparato de represión y encierro. Y no solamente es utilizada en casos en que la totalidad del régimen peligra. Sistemática y selectivamente aplicada es un eficaz disciplinador social, vigilando y castigando conductas, de tal modo que el ejemplo disuasor juegue su rol. Y no sólo. La incapacidad de un determinado gobierno de dar respuesta ante demandas populares que en otra coyuntura no hubieran significado mayor conflicto, o cuando su debilidad política y su incapacidad de lograr concenso de los de abajo lo arrinconan, se desata la represión. Es claro que el estado, en diferentes momentos de la lucha social hace uso de la violencia como modo de resolución de conflictos que inevitablemente genera la imposibilidad que tiene de dominar totalmente.
Dado así el juego, a los pueblos en su lucha y a los anarquistas en tanto expresión y opción revolucionaria de su seno, nos está planteada la cuestión de continuar nuestra resistencia defendiéndonos activamente de la violencia de arriba o dejarnos caer en manos de los asesinos. No aceptamos el llamado a la no violencia del recurso pacifista. Por un lado porque al establecer la disyuntiva violencia/no violencia deja de lado la situación concreta en que la violencia entra en juego, igualando la criminal violencia de arriba y la legítima violencia de abajo. Y por otro lado, al hacer desechable toda violencia, y por lo tanto, al hacer preferible toda situación no violenta, da lugar a aceptar servidumbres no violentas... De ahí que la violencia de los de abajo ejercida en su lucha contra los opresores resulte inevitablemente justa.
No abordaremos en esta ocasión las variadas formas en que la violencia se expresó en la acción política libertaria y popular a lo largo de la historia. Planteamos el tema para futuras notas, dada la complejidad y riqueza del tema. No nos es posible en esta nota analizar profundamente experiencias tan disímiles que van desde la acción de los anarquistas expropiadores, los atentados individuales, las guerrillas libertarias macknovistas, las milicias en la revolución libertaria española, la lucha armada encarada por la OPR 33 en el Uruguay en la década del 70.
Simplemente nos acercaremos a la violencia popular que asoma hoy en Argentina. Si bien somos conscientes de que los niveles de actividad de la lucha social pueden retroceder, sea por la posibilidad de que el enemigo encuentre manera de descomprimir la situación y/o porque las fuerzas populares y revolucionarias no sepamos darnos una política correcta, entendemos que los niveles alcanzados son un piso en la lucha popular, y que la violencia expresada en las luchas reivindicativas y en las manifestaciones callejeras van a ir en aumento. Esto no es casualidad, claro está. La incapacidad y debilidad política del actual gobierno, que no logra aún hacer pie en medio del conflicto no resuelto entre los bloques dominantes y la cada vez mayor imposibilidad de lograr concenso entre los de abajo, nos muestran un futuro inmediato plagado de luchas cuyo nivel político irá en aumento a medida de que la capacidad gubernamental de dar respuesta sea menor. El gobierno débil, en riesgo permanente de saltar por los aires, echa mano a la represión. Al disciplinamiento social -represión policial cotidiana, pena de muerte extralegal, torturas y apremios, detenciones arbitrarias- y a la criminalización de la protesta social -expresada en el encarcelamiento de luchadores populares y procesamiento de más de 2800 compañeros- se le suman las amenazas y secuestros por horas de compañeros referentes de diferentes sectores en lucha. Y no nos olvidamos de que entre la capacidad represiva del gobierno se encuentran los grupos especiales entrenados para la resolución de conflictos de baja intensidad cuya principal hipótesis de enfrentamiento es la insurrección popular generalizada.
En este contexto están planteadas nuestras tareas en las que el correcto uso de la acción violenta se torna fundamental. Se hace necesario que los anarquistas, en tanto partícipes de las organizaciones populares de masas, actuemos de acuerdo a la importancia de la situación. Por un lado es de fundamental importancia la capacidad de los sectores en lucha de hacer frente común a la ofensiva represiva y de lograr una contención cada vez mayor por parte del conjunto de la población. Por el otro, dado que a la represión del gobierno deberá el pueblo oponer una fuerza resistente efectiva, es necesario que los mecanismos de autodefensa populares se perfeccionen y se adecuen a las nuevas circunstancias. Tanto en las luchas reivindicativas puntuales como en la autodefensa en las manifestaciones callejeras.
Desde OSL constantemente planteamos la necesidad que tenemos los trabajadores y el pueblo de dotarnos de herramientas de construcción adecuadas que nos permitan ir de la actual furia social hacia el ejercicio del poder popular. Es en este marco que la acción violenta cobra un sentido realmente político, dado que enfrentando la violencia del sistema y tratando de doblegar su fuerza estamos defendiendo la posibilidad de construcción de poder de abajo. La violencia no debe ser porque sí, y no es necesariamente deseable y útil en cualquier circunstancia. La lectura de la realidad nos debe determinar las formas de la acción política, y la violencia es una de las formas que ésta puede tomar. De ahí que sea necesaria la subordinación de la violencia a lo político, de que su puesta en práctica contenga siempre un contenido político que trascienda las formas. De esto se desprende que ni la acción violenta ni ninguna otra forma de acción tienen sentido sin un hacer cotidiano de acuerdo al proyecto revolucionario de la organización política de los anarquistas, en el seno de las organizaciones de los oprimidos.
febrero de 2002.

hagamos el vándalo

Este es un intento de derribar los muros que tratan de hacer lo que nos divierte, lo que queremos; atacar al enemigo donde más le duele. Nuestros actos son a menudo juzgados por nuestro entorno a base a prejuicios. Estos prejuicios están basados en la moral dominante que es la moral de los dominadores, de los poderosos. La moral establecida hoy exalta el diálogo, el consenso, el pacto, las peticiones, pero lo hace sobre un sistema que esclaviza y mata.
La moral no es más que un freno para quien quiere atacar al poder. Un freno construido aposta. Su objetivo es transformar la vida en una suma de ocasiones desperdiciadas. Busca ahogar nuestros deseos en prejuicios heredados. Para quien está hart@ de tragar, el mito de que esta sociedad es la sociedad de la comunicación es absurdo. Estamos explotad@s y oprimid@s y encima cuando nos decidimos a atacar al enemigo tiene que venir el/la moralista de turno a preguntarnos si lo que vamos a hacer "es un acto de autodefensa o no". Esta persona filosofa sobre si la destrucción de la propiedad es violencia o no, distingue qué acto es violento y cuál no; marca el límite a partir del cual nuestros actos rebasan la frontera de lo inaceptable. Nos juzga en base a la moral. Dialogamos demasiado, con el enemigo y con sus falsos oponentes. A veces el silencio comunica mejor. A veces hay que actuar y apartar el diálogo.
Como explotad@s no reconocemos a nadie el derecho de marcarnos el camino a seguir. Como rebeldes no reconocemos a nadie el derecho a imponernos un sistema de valores; una moral. Estamos hart@s de moralistas.
Con la renuncia a destruir el sistema empieza la obsesión por la creatividad. Las personas concienciadas basan su actividad en aportar "propuestas constructivas" con una "actitud positiva" para contribuir a "mejorar las cosas".
Esta creatividad política es sinónimo de reformas y de embellecimientos con vistas a un futuro que no existe. La única creación útil es aquella que nos da placer ahora o que sirve para extender la revuelta y el ansia por acabar con este sistema.
No queremos autogestionar la miseria; no queremos resolver los problemas del capitalismo; no queremos decorar este estercolero con propuestas constructivas. Queremos atacarlo para destruirlo.
Las revueltas no surgen de los libros, ni de las mentes de ningún iluminado. Las revueltas surgen de la explosión de desobediencia de quien ha acumulado suficiente rabia como para romper con los cauces oficiales de la protesta. Las personas progresistas ven a l@s explotad@s como alguien a quien organizar y educar con fines reivindicativos. La mitificación con la que se observa a las autoridades le impulsa a ver a la gente como una masa de seres incapaces de toda iniciativa real contra el poder. Hereda de los ilustrados del siglo XVIII una adoración mística por el racionalismo, la planificación y una fobia enfermiza por la pasión, los deseos y la revuelta desordenada.
El intelectualismo izquierdista pretende planificar desde su mesa de tertulias las protestas, las transformaciones sociales y nuestras vidas. Pretende convertirnos, a su imagen y semejanza en vegetales conscientes. Y es que la pasión y el rechazo de las convenciones a la hora de actuar es lo que ha abierto muchas veces los caminos a la rebelión incontrolable. No hay nada que canse tanto como el enorme esfuerzo que realizamos para seguir siendo, durante años, razonables. Para no ser simple y profundamente nosotr@s mism@s.
La pasión por la vida exige cólera y odio por quien quiere matarnos poco a poco; renuncia a renuncia. Los suicidios cotidianos de la obediencia, la transigencia y la resignación nos hacen convertirnos en zombis con horchata en las venas.
La reacción del planificador de protestas ante la acción rebelde es hostil. Suele condenarla escudándose a menudo en la respuesta represiva que pueda venir. Y es porque no ve al poder como enemigo a destruir. Si lo hiciese entendería que en el enfrentamiento entre explotador@s y explotad@s no hay un momento de paz; Los choques son continuos y la represión es una herramienta más del opresor.
La rendición de mantenerse dentro de los límites de la legalidad no garantiza la continuidad de ningún movimiento anti-autoritario, en realidad es su peor enemiga.
Las organizaciones izquierdistas se convierten cada día más en instituciones Oficiales de la Queja (I.O.Q). Su funcionamiento es un ciclo que empieza tratando de absorber (en plan aspiradora) focos de disidencia o descontento para que, una vez clasificados, puedan ser representados como grupos de presión que piden (como pollitos) su ración de concesiones a papá-Estado.
De ahí que l@s progresistas vean como una amenaza el acto rebelde individual o en grupo que se escape a su control. Y es que si cualquiera puede atacar al enemigo con solo tener las cosas claras y determinación, ¿quién necesita profesionales de la lucha y aparatos burocráticos?.
Así, cuando aparecen actos no controlados por las I.O.Q. estas reaccionan a la defensiva. Dirán que son acciones contraproducentes, sin sentido o incluso que las ha provocado el poder para reprimir mejor. Con ello tratan de encubrir su propio fracaso volcando la culpa en "l@s mailto:violent@s, "l@s mailto:provocador@s, "los mailto:incontrolad@s, etc.
En realidad la vida diaria continúa al margen de estas fantasías ombliguistas. Hay continua actividad ilegal contra el enemigo; robos diarios a empresas y supermercados, destrucción de maquinaria de trabajo, ataques a la policía, etc.
Si no se ha transformado este comportamiento ilegal generalizado en momentos de rebelión colectiva es por dos razones fundamentales; 1) por la falta de confianza en la propia capacidad individual y colectiva y la mitificación del poder, y; 2) por la existencia de prejuicios morales respecto a la violencia, el diálogo, etc.
La eliminación del elitismo (propio de la cultura de izquierdas) empieza por no creerse ni más ni menos conscientes que el resto de explotad@s. No es infravalorando acciones espontáneas de ataque por detalles como extenderemos la revuelta. Haciéndonos cómplices de ellas y "llevando gasolina allá donde haya fuego" romperemos los cauces controlados de oposición y extenderemos el comportamiento ilegal.
Practiquemos el vandalismo. O lo que es lo mismo, la acción que busca la diversión y el placer en el ataque a algo o alguien que nos oprime. Es una práctica sencilla y abierta a todo el mundo. Por ello está tan extendida y podría extenderse mucho más. Con el ataque desmitificamos al enemigo rompiendo la falsa apariencia de paz y control total.
Con el vandalismo también se rompe con el mito izquierdista (político o militar) de que el corazón del poder está en la cúpula lejana de representantes. El corazón del poder está a nuestro alrededor cada día, en las relaciones que establecemos con el patrón, la jefa, los agentes represores, empresas, instituciones...
Ningún acto de revuelta es ciego o inútil. La simple ostentación de poder o derroche de dinero por quien nos explota es una provocación para quienes sufrimos las consecuencias de ambas. Merecen recibir el fruto de nuestra rabia.
Este sistema no nos puede ofrecer lo que queremos y por tanto estamos enfrentad@s al día a día. No delegaremos en nadie nuestra actividad de ataque, no necesitamos profesionales de las armas. Es falso que la actividad de ataque lleve directamente a la clandestinización. También es falso que para llevar una dinámica de ataque haya que estar en la clandestinidad. L@s únic@s interesad@s en difundir estas fantasías son el poder y las organizaciones izquierdistas (armadas o no).
La cuestión no es si debemos elegir entre manifestarnos por las calles
o llevar adelante acciones de grupo. Deberíamos ser flexibles y comprender que todo acto que haga avanzar la revuelta es válido; que la separación entre estos y otros tipos de actividad la ha diseñado el sistema por medio de leyes y normas morales para debilitarnos. Debemos ser flexibles para actuar a la luz del día y por la noche.
El vandalismo es una herramienta útil y divertida. Una más. Su mala prensa se debe sobre todo a su capacidad para desestabilizar la vida cotidiana y su facilidad para extenderse. Por eso nos interesa, por eso lo defendemos y practicamos.
Es muy fácil. Usted también puede hacerlo. ¡Hágalo!
Este folleto se puede usar de muchas formas. A quien lo escribe le gustaría especialmente una; se trataría de quien lo haya empezado a leer elija algo que le oprime cada día y usase este pape1 como mecha para chamuscarlo. Si este momento no es el mejor también puede un@ leérselo mientras tanto. Lo que está escrito pretende ser un ataque a los prejuicios heredados de la sociedad capitalista con respecto al vandalismo, los disturbios, los saqueos, etc.

El terrorismo como materialización de la lucha de clases

La efectividad del terrorismo como método para lograr un cambio social era una de las cuestiones más calurosamente debatidas en el movimiento revolucionario ruso a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Entre los marxistas rusos se desarrollaba una constante lucha polémica debido a las acciones de fuertes organizaciones que desarrollaban métodos terroristas, la Narodnaia Volia (Voluntad del Pueblo) y el Partido Social Revolucionario. A la orientación hacia los asesinatos individuales de funcionarios odiados y a las acciones violentas puntuales contra sectores de la burguesía, otros contraponían la necesidad única de organizar a las masas de obreros y campesinos rusos para la acción contra el zarismo.
En las últimas décadas, como respuesta a las brutalidades e inhumanidades del capitalismo, ha tenido lugar un incremento de los secuestros, ejecuciones, bombas y otros actos que, por un lado, los gobiernos pro-imperialistas han calificado de terroristas, y por otro, ha llevado a la izquierda a discutir intensamente acerca de su utilidad. Desde los años 60 se observó el surgimiento de organizaciones como, por ejemplo, los Tupamaros en Uruguay, Ejército Revolucionario del Pueblo o Montoneros en Argentina, ETA en el Estado español, IRA en Irlanda, la organización palestina Setiembre Negro y diversos grupos pequeños en los Estados Unidos como los Weathermen y el Ejército de Liberación Simbiótico. En muchas partes del mundo la burguesía las calificó de terroristas. Hoy el debate continúa dado el protagonismo que siguen tomando organizaciones como ETA, FARC en Colombia, o el Frente Popular para la Liberación de Palestina. Los mismos problemas que debatía hace un siglo el movimiento revolucionario ruso se discuten ahora nuevamente en todo el mundo.

¿TERRORISMO INDIVIDUAL O TERRORISMO COLECTIVO?

Trotsky hablaba sobre lo que la clase burguesa entendía por terrorismo, forma perversa que pretendía adjudicar a los obreros:
"Nuestros enemigos de clase tienen la costumbre de quejarse de nuestro terrorismo. No resulta claro que quiere decir. Les gustaría ponerles el rótulo de terrorismo a todas las acciones del proletariado dirigidas contra los intereses del enemigo de clase. Para ellos, el método principal del terrorismo es la huelga. La amenaza de una huelga, la organización de piquetes de huelga, el boicot económico aun patrón superexplotador, el boicot moral a un traidor de nuestras propias filas: todo esto y mucho más es calificado de terrorismo. Si por el terrorismo se entiende cualquier acción que atemorice o dañe al enemigo, entonces la lucha de clases no es sino terrorismo. Y lo único que resta considerar es si los políticos burgueses tienen derecho a proclamar su indignación moral acerca del terrorismo proletario, cuando todo su aparato estatal, con sus leyes, policía y ejército no es sino un instrumento del terror capitalista.
Sin embargo, debemos señalar que cuando nos echan en cara el terrorismo, tratan, aunque no siempre en forma consciente, de darle a esta palabra un sentido más estricto, menos indirecto. Por ejemplo, la destrucción de las máquinas por parte de los trabajadores es terrorismo en este sentido estricto del término. La muerte de un patrón, la amenaza de incendiar una fábrica o matar a su dueño, el atentado a mano armada contra un ministro: todos éstos son actos terroristas en el sentido estricto del término."
Pero el análisis de Trotsky buscaba, además, la crítica de la práctica de un "terrorismo aislado" como método de combatir al poder:
"Sólo la clase obrera consciente y organizada puede (...) cuidar de los intereses proletarios. Sin embargo, para asesinar a un funcionario del gobierno no es necesario contar con las masas organizadas. La receta para fabricar explosivos es accesible a todo el mundo, y cualquiera puede conseguir una pistola.
En el primer caso hay una lucha social, cuyos métodos y vías se desprenden de la naturaleza del orden social imperante; en el segundo, una reacción puramente mecánica que es idéntica en todo el mundo, desde la China hasta Francia: asesinatos, explosiones, etcétera, pero totalmente inocua en lo que hace al sistema social.
Una huelga, incluso una modesta, tiene consecuencias sociales: fortalecimiento de la confianza en sí mismos de los obreros, crecimiento del sindicato, y, con no poca frecuencia, un mejoramiento en la tecnología productiva. El asesinato del dueño de la fábrica provoca efectos policíacos solamente, o un cambio de propietario desprovisto de toda significación social.
Que un atentado terrorista, incluso uno 'exitoso', cree la confusión en la clase dominante depende de la situación política concreta. Sea como fuere, la confusión tendrá corta vida; el estado capitalista no se basa en ministros de estado y no queda eliminado con la desaparición de aquéllos. Las clases a las que sirve siempre encontrarán personal de reemplazo; el mecanismo permanece intacto y en funcionamiento.
Pero el desorden que produce el atentado terrorista en las filas de la clase obrera es mucho más profundo. Si para alcanzar los objetivos basta armarse con una pistola, ¿para qué sirve esforzarse en la lucha de clases? Si una medida de pólvora y un trocito de plomo bastan para perforar la cabeza del enemigo, ¿qué necesidad hay de organizar a la clase? Si tiene sentido aterrorizar a los altos funcionarios con el rugido de las explosiones, (...)¿para qué hacer mítines, agitación de masas y elecciones si es tan fácil apuntar al banco ministerial desde la galería del parlamento?"

"NO EN LUGAR DE LAS MASAS, SINO JUNTO A ELLAS"

Dentro de este debate, camaradas del Partido Social Revolucionario (PSR) ruso respondían a algunos puntos:
"No en lugar de las masas, sino junto con ellas. El terrorismo, empero, es una forma de lucha demasiado 'absoluta' como para contentarse con un papel limitado (...)".
"Es imposible, dada la naturaleza del armamento moderno, que las masas populares utilicen tridentes y palos -armas milenarias de defensa popular- para destruir las bastillas de los tiempos modernos", dijo Jdanov, abogado defensor de los terroristas, durante el juicio de Kaliaev. Después del 9 de enero [masacre del 'domingo sangriento' que marcó el comienzo de la Revolución Rusa de 1905] comprendieron bien la situación; y respondieron a la ametralladora y al fusil de repetición con el revólver y la bomba; ésas son las barricadas del siglo XX. Los revólveres (...) en lugar de los palos y tridentes del pueblo; bombas en lugar de barricadas: tal es la verdadera fórmula del terrorismo".
Las reflexiones de los camaradas del PSR se basaban en la combinación de acciones armadas y lucha popular. Concibiendo las acciones armadas como actos puntuales de enfrentamiento con la clase burguesa, siendo inherente al aumento del nivel de violencia en la lucha la agudización de la lucha de clases.
Ellos planteaban la combinación del ejercicio del terrorismo con la lucha de masas. Sin embargo, Trotky entendía las acciones terroristas como "medios mecánicos", no como actos revolucionarios. Explicaba: "¿qué pasa con la revolución? (...) La revolución no es una simple suma de medios mecánicos. (...) Su victoria la garantiza sólo la función social del proletariado. La huelga política de masas, la insurrección armada, la conquista del poder estatal; todo está determinado por el grado de desarrollo de la producción, la alineación de las fuerzas de clase, el peso social del proletariado y, por último, por la composición social del ejército, puesto que son las fuerzas armadas el factor que decide el problema del poder en el momento de la revolución."
TERRORISMO DE MASAS
Pero Trotsky sí defendió el terrorismo revolucionario que las masas oprimidas pueden emplear contra sus opresores, como ocurrió por ejemplo en la Guerra Civil rusa o décadas más tarde en Vietnam, en respuesta al despliegue terrorista iniciado por los contrarrevolucionarios.
"Quien rechaza por principio el terrorismo, es decir, las medidas de opresión e intimidación contra la enconada contrarrevolución armada, debe renunciar a la soberanía política de la clase obrera, a su dictadura revolucionaria. (…) La revolución pide a la clase revolucionaria que alcance su meta por todos los medios posibles: si es necesario, por el levantamiento armado, si es necesario, por el terrorismo... dirigido contra una clase reaccionaria que no quiere abandonar el escenario, el terror puede ser muy eficaz. La intimidación es un recurso poderoso de la política, tanto interior como exterior. La guerra se basa tanto como la revolución sobre la intimidación."
Aquellos comunistas que defendían las acciones terroristas planteaban que si el terror era factible para un bando, no debía considerarse vedado para el otro.
"Por supuesto que el asesinato de 'tiranos' es casi tan antiguo como la institución de la 'tiranía', y los poetas de todas las épocas le han cantado más de una loa a la daga libertadora, pero comprendan que no adelantarán un paso con predicar el pacifismo, que están en un círculo que va del social-pacifismo al social-chauvinismo y del social-chauvinismo al social-pacifismo. Nosotros les decimos: el socialismo se volverá guerra civil organizada, o no será..." (A. Zinoviev).

miércoles, 10 de septiembre de 2008

como frenar el avanze policial

Una vez iniciados los enfrentamientos, para aguantar la posición los diferentes grupos de manifestantes pueden utilizar varios métodos:

- Lanzamiento de objetos. Piedras, adoquines o escombros (sobre todo las grandes ciudades están llenas de obras. Buscad un contenedor de escombros).
- Botellas. Es muy efectivo volcar los contenedores de botellas. Uno de ellos proporciona "munición" a decenas de manifestantes durante aproximadamente un cuarto de hora. - Cócteles Molotov. Lo más fácil es utilizar una botella de cristal de medio litro, llenar tres cuartas partes con gasolina, cerrar bien la botella y atar una tira de trapo en el cuello del recipiente. Llevar a mano una pequeña botella sólo con gasolina. Segundos antes de lanzar el molotov, mojar el trapo con la gasolina y encenderlo con un mechero. Puede impresionar la llamarada del trapo, pero si cogemos la botella con cuidado no nos quemaremos. Se puede usar un guante para minimizar las posibilidades de accidente. Al lanzar la botella, se romperá el cristal y la gasolina hará contacto con el fuego del trapo, causando una explosión de un radio de un metro y medio a 2 metros, aproximadamente.
- Bloqueo de calles. Esto es efectivo sobre todo para obstaculizar el avance de los furgones policiales. Puede servir cualquier cosa, cubos de basura, papeleras, vallas de obras, etc. Pero tengamos en cuenta que un furgón policial puede abrirse paso ante una barricada compuesta por estos materiales "livianos", si se lo propone. Por eso, lo más efectivo para este caso es cruzar coches: entre varios manifestantes (mínimo 4 ó 5), agarrar el coche por uno de los extremos (la parte delantera tiene el motor, por lo tanto es más pesada que la trasera), contar "uno, dos y tres" y levantar. En cuatro o cinco veces que se repita este proceso el coche habrá quedado en medio de una calle. Esto ralentiza el avance de los furgones de antidisturbios y da tiempo a los manifestantes para pensar y reorganizarse.
- Quema de vehículos. Esto se realiza para retrasar aún más el avance de la policía. Un coche en llamas que bloquea una calle en ningún caso puede ser retirado con la misma rapidez, si bien nosotros sólo lo recomendamos en casos de extremo peligro para los activistas. La destrucción de un coche puede afectar a personas (propietarios de estos) que se encuentran en la misma condición de opresión que nosotros y ese no es el objetivo. El objetivo es contrarrestar la represión policial. En casos en que la integridad física de los activistas esté en sumo peligro (momentos de violencia policial salvaje u operaciones represivas a gran escala, como las desatadas en las cumbres antiglobalización) entonces sí estaría legitimado. Por supuesto, van mucho antes las personas que las cosas.Tengamos en cuenta que no siempre es necesario utilizar un coche para este tipo de acción incendiaria; también se pueden buscar elementos alternativos, como cubos de basura o materiales de un contenedor (muebles viejos, tablas, etc).
- Descentralizar la acción. Otra de nuestras bazas es crear diferentes focos autónomos de resistencia, desbordando el esquema represivo de los antidisturbios. Si nos movemos a menudo en grupos pequeños a los helicópteros policiales les cuesta más localizar los puntos "calientes", lo que entorpece la comunicación y coordinación de los agentes a pie. Esto nos da un tiempo valioso para actuar. - Esquivar a la policía, atacar las estructuras capitalistas. En ocasiones en que la represión policial es especialmente dura e indiscriminada, conviene cambiar la táctica del enfrentamiento: en vez de atacar a las unidades policiales, atacamos las estructuras capitalistas más destacadas, como por ejemplo sucursales bancarias o comercios pertenecientes a grandes empresas (Telefónica, McDonalds, ETTs, etc). Un ejemplo de esto es lo que ocurrió durante la manifestación contra el Día de la Hispanidad en Barcelona (12 de octubre 2002), donde la policía fue totalmente desbordada. Tras las cargas policiales los antifascistas se dividían en grupos pequeños, se disolvían por calles aledañas cruzando coches y contenedores para frenar el avance de los antidisturbios, y se volvían a reunir poco después en una de las calles céntricas. Entonces disponían de varios minutos para atacar ferozmente estructuras capitalistas mientras los antidisturbios se reorganizaban y trataban de llegar hasta los activistas. La estrategia se cambió: en vez de atacar a la policía se les bloqueó, mientras tanto se atacaban sedes del capital. Nuevamente el precio que pagó el poder por reprimir una manifestación legítima fue alto.
Subrayamos la necesidad de cuidar mucho el no atacar al pequeño comercio. Lo que expresamos con este tipo de enfrentamiento debe llegar con claridad a la población y despertar su simpatía en lo posible.
La empresas de comunicación llaman a las sucursales bancarias "símbolos", si bien son más que eso. El capitalismo no se desarrolla y fortalece por arte de magia; el orden establecido tiene unos espacios físicos de funcionamiento, sin ellos, no podrían hacer partícipes a los ciudadanos de su enriquecimiento. Si los atacamos, no estamos haciendo desaparecer el capitalismo (eso es obvio), sin embargo estos espacios se ven afectados y retrasamos la actividad económica. Una hora o un día de retraso, es dinero que las empresas pierden.La policía desaloja casas okupadas no porque sean "símbolos", sino porque forman parte de la estructura del movimiento anticapitalista. Y de la misma forma que tras un desalojo se puede producir otra okupación, tras un ataque a una sucursal bancaria, ésta es arreglada poco después con dinero (algo que a los capitalistas les sobra gracias a que disponen de todos estos espacios). En este caso, el objetivo es afectar todo lo posible la actividad económica como protesta por la represión, así como visibilizar quiénes son los responsables y los beneficiarios de esta economía capitalista de explotación y muerte.